Hacía mucho tiempo que los tres
Alpinistas de Élite teníamos el proyecto de ir desde el Puerto de la
Puebla hasta el Centenera, para después bajar a Puebla de la Sierra
para acabar con las reservas cerveceras del lugar.
Había el impedimento de un medio de transporte que nos devolviera al
puerto. La solución se nos dio cuando examinadores sobornados
aprobaron a Jorge permitiéndole conseguir el permiso de conducir.
Solo había un problema: tener
suficiente desprecio a la vida como para montarnos en su coche y que
nos llevara unos kilómetros arriba. Juan y yo decidimos que ya hemos
entrado en la sesentena y hemos vivido mucho por lo que si tenia que
ser, que fuera...
Todo este proyecto tenía que ser sin
nada de humedad porque la experiencia nos ha demostrado que los
esquistos, pedrusco predominante en la zona, cuando tienen la más
mínima humedad resbalan más que el propio hielo. Tampoco podía ser
en pleno verano por lo desabrigado del terreno de forma que el
sábado veintitrés de Junio fue el día "d".
Respecto al camino, conocíamos parte
por haberlo realizado hasta La Tornera, pero el resto solo eran
suposiciones y algún track extraído de Wikilock.
El señor marqués nos regaló los sentidos con su modelito recién
confeccionado por prestigiosos modistos. A mi me recordaba a mis
tiempos de lector del TBO (hace muuucho) y la representación que se
hacía de los señores con dolor de muelas. Obsérvese el gorro
plástico de color oscuro, ideal para realizar penitencia durante las
olas de calor... |
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El vasco dándose los últimos
retoques... |
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Arrancamos el camino un poco
preocupados por la ausencia de brisa y la ola de calor que nos está
azotando en estos días. Comienzan a aparecer plantas de lavanda que
sería una constante durante casi todo el camino.
El señor marqués, como de costumbre arranca muy bravo. Luego vendrán
las lamentaciones... |
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A bastante buen ritmo (demasiado para
la edad de algunos) vamos llegando al primer punto clave: el
Porrejón de 1824 m.
Una ligera brisa comienza a acariciarnos. |
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Las escasas sombras del camino se
apreciaban a pesar de que, como decía anteriormente, la suave brisa
nos acompañó durante todo el cordal. |
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La siguiente meta era el Tornera |
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En este punto más o menos comenzamos a
oír ladridos. No eran ladridos normales sino algo así como bramidos
de oso pero cánidos. Se da la circunstancia de que los tres somos
temerosos de Dios y de los perros por lo que empezamos a pensar en
lo peor: Peor fue cuando
divisamos cabras por la cumbre de Peña Hierro. Entonces decidimos
rodear todo lo posible la peña, más que nada para no molestar a
cabras y cabrones. |
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De cada vez había más lavandas |
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El rodeo no fue muy grave y nos
permitió poner a prueba nuestras dotes de trepadores |
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El problema de tanta flor es que había
algún abejorro. |
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Finalmente y no sin esfuerzo, llegamos
a La Tornera de 1863 m. |
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¡Qué feo! |
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¿Qué bonito! (el contraste de las
nubes) |
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Ahí estamos los tres tontos como si
hubiéramos hecho algo. Habíamos llegado al Tornera pero quizá
demasiado rápido y, por ende, cansados. Ahora empezaba el terreno
desconocido... |
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Prácticamente desapareció la senda y
sin apenas hitos seguimos mi fabuloso sentido de orientación e
intuición, quizá un poquito influido por el track que llevaba en el
GPS y que en todo momento nos ayudó tremendamente.
La verdad es que el Centenera estaba a tomar... |
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Nos acercábamos al Collado de las
Portilladas, hacía bastante calor y, al menos yo, solo pensaba en el
horno que sería la vuelta por la pista... |
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...Además el Centenera (derecha)
tampoco es una cumbre que se pueda calificar de gloriosa. A jorge y
un servidor, más nos motivaba una peña a la que trepamos en otra
ocasión. |
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De esta forma, bajamos al collado y el
sabio doctor más que sugerir, ordenó bajarnos siguiendo otro track
que también llevaba hasta llegar a la pista, donde a la sombra del
pinar podíamos comer.
Hacía bastante calor, la opción "A"
era subir al Centenera para después retornar al mismo collado donde
estábamos y yo veía que el viejo profesor se estaba agotando
rápidamente.
Jorge me había chivado que portaba
sendos zumos de cebada aromatizada con lúpulo por lo que
cobardemente, como de costumbre, decidimos bajar a la pista, no sin
esfuerzo, por un pedregal bastante inmundo pero que en no mucho
tiempo nos depositó en una maravillosa sombra, no demasiado calurosa
donde nos deleitamos con las delicias gastronómicas que portábamos.
Como nota, la ensalada en lata que había traído el señor marqués, se
volvió con él.
Las cervezas que había portado mi
querido compañero de cordada estaban increíbles. |
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Después la interminable pero cómoda
pista entre algún trueno e incluso algunas gotas que nos cayeron. |
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Qué buena pareja hacen... |
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El fin de fiesta en Puebla de la
Sierra fue un poco lamentable porque, sentados en una cómoda
terraza, hubo que tomar cerveza y refrescos calientes como en
tierras británicas. Menos mal que en mi coche estaba la nevera de la
crisis con variedad de productos fríos, como en tierras hispanas. |
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Si algún valiente ha sido capaz de
leer todo lo anterior, que reciba mi más sentido pésame, un abrazo y
hasta otra. |