Paseos de unos aprendices de montañero

Junio 2018 - Puerto de La Puebla - Tornera (Centenera abortado)

Hacía mucho tiempo que los tres Alpinistas de Élite teníamos el proyecto de ir desde el Puerto de la Puebla hasta el Centenera, para después bajar a Puebla de la Sierra para acabar con las reservas cerveceras del lugar.

Había el impedimento de un medio de transporte que nos devolviera al puerto. La solución se nos dio cuando examinadores sobornados aprobaron a Jorge permitiéndole conseguir el permiso de conducir.

Solo había un problema: tener suficiente desprecio a la vida como para montarnos en su coche y que nos llevara unos kilómetros arriba. Juan y yo decidimos que ya hemos entrado en la sesentena y hemos vivido mucho por lo que si tenia que ser, que fuera...

Todo este proyecto tenía que ser sin nada de humedad porque la experiencia nos ha demostrado que los esquistos, pedrusco predominante en la zona, cuando tienen la más mínima humedad resbalan más que el propio hielo. Tampoco podía ser en pleno verano por lo desabrigado del terreno de forma que el sábado veintitrés de Junio fue el día "d".

Respecto al camino, conocíamos parte por haberlo realizado hasta La Tornera, pero el resto solo eran suposiciones y algún track extraído de Wikilock.

El señor marqués nos regaló los sentidos con su modelito recién confeccionado por prestigiosos modistos. A mi me recordaba a mis tiempos de lector del TBO (hace muuucho) y la representación que se hacía de los señores con dolor de muelas. Obsérvese el gorro plástico de color oscuro, ideal para realizar penitencia durante las olas de calor...

 

Resultado de imagen de pañuelo para dolor de muelas

El vasco dándose los últimos retoques...
Arrancamos el camino un poco preocupados por la ausencia de brisa y la ola de calor que nos está azotando en estos días. Comienzan a aparecer plantas de lavanda que sería una constante durante casi todo el camino.
El señor marqués, como de costumbre arranca muy bravo. Luego vendrán las lamentaciones...
A bastante buen ritmo (demasiado para la edad de algunos) vamos llegando al primer punto clave: el Porrejón de 1824 m.
Una ligera brisa comienza a acariciarnos.
Las escasas sombras del camino se apreciaban a pesar de que, como decía anteriormente, la suave brisa nos acompañó durante todo el cordal.
La siguiente meta era el Tornera
En este punto más o menos comenzamos a oír ladridos. No eran ladridos normales sino algo así como bramidos de oso pero cánidos. Se da la circunstancia de que los tres somos temerosos de Dios y de los perros por lo que empezamos a pensar en lo peor:

Peor fue cuando divisamos cabras por la cumbre de Peña Hierro. Entonces decidimos rodear todo lo posible la peña, más que nada para no molestar a cabras y cabrones.

 
De cada vez había más lavandas
El rodeo no fue muy grave y nos permitió poner a prueba nuestras dotes de trepadores
 
 
El problema de tanta flor es que había algún abejorro.
 
 
 
Finalmente y no sin esfuerzo, llegamos a La Tornera de 1863 m.
¡Qué feo!
¿Qué bonito! (el contraste de las nubes)
Ahí estamos los tres tontos como si hubiéramos hecho algo. Habíamos llegado al Tornera pero quizá demasiado rápido y, por ende, cansados. Ahora empezaba el terreno desconocido...
Prácticamente desapareció la senda y sin apenas hitos seguimos mi fabuloso sentido de orientación e intuición, quizá un poquito influido por el track que llevaba en el GPS y que en todo momento nos ayudó tremendamente.
La verdad es que el Centenera estaba a tomar...
 
Nos acercábamos al Collado de las Portilladas, hacía bastante calor y, al menos yo, solo pensaba en el horno que sería la vuelta por la pista...
...Además el Centenera (derecha) tampoco es una cumbre que se pueda calificar de gloriosa. A jorge y un servidor, más nos motivaba una peña a la que trepamos en otra ocasión.

De esta forma, bajamos al collado y el sabio doctor más que sugerir, ordenó bajarnos siguiendo otro track que también llevaba hasta llegar a la pista, donde a la sombra del pinar podíamos comer.

Hacía bastante calor, la opción "A" era subir al Centenera para después retornar al mismo collado donde estábamos y yo veía que el viejo profesor se estaba agotando rápidamente.

Jorge me había chivado que portaba sendos zumos de cebada aromatizada con lúpulo por lo que cobardemente, como de costumbre, decidimos bajar a la pista, no sin esfuerzo, por un pedregal bastante inmundo pero que en no mucho tiempo nos depositó en una maravillosa sombra, no demasiado calurosa donde nos deleitamos con las delicias gastronómicas que portábamos. Como nota, la ensalada en lata que había traído el señor marqués, se volvió con él.

Las cervezas que había portado mi querido compañero de cordada estaban increíbles.

Después la interminable pero cómoda pista entre algún trueno e incluso algunas gotas que nos cayeron.
 
Qué buena pareja hacen...
El fin de fiesta en Puebla de la Sierra fue un poco lamentable porque, sentados en una cómoda terraza, hubo que tomar cerveza y refrescos calientes como en tierras británicas. Menos mal que en mi coche estaba la nevera de la crisis con variedad de productos fríos, como en tierras hispanas.
 
Si algún valiente ha sido capaz de leer todo lo anterior, que reciba mi más sentido pésame, un abrazo y hasta otra.