Julio 2006 - Mi Primer Almanzor |
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La
sierra de Gredos ha tenido siempre, para este humilde caminante, un
significado especial: El hecho de estar más lejos de Madrid que mi
pateado Guadarrama y por tanto ser menos accesible, el de albergar las
cumbres más elevadas del Sistema Central y el de ser donde hice mis
pinitos en materia de escalada, hace muchos, muchos años.
Al
ver de nuevo estas maravillosas montañas me vienen a la cabeza tantos y
tantos recuerdos de personas como mi compañero de cordada Miguel Ángel,
alias "el Lapa", de noches heladas en el refugio Victory, de
travesías en solitario. Incluso el fallecimiento de mi padre mientras yo
escalaba en Galayos. En fin... me estoy haciendo viejo.
Sentimentalismo
aparte, la mañana del 17 de Julio me presenté en la "Plataforma de
Gredos" con la intención de "hacer algo" en dos días; y
lo hice: amigos entrañables y una buena ascensión. La ascensión que se
me había resistido en dos ocasiones fue buena, como relataré a
continuación, pero la vivencia en el refugio Elola con tres navarros, un
segoviano y, sobre todo, un fabuloso Juanito: montañero de los de antes
con su increíble hijo Carlitos. Es fascinante la seriedad, capacidad de
adaptación y fortaleza de un chaval de siete años. ¿Alguien se imagina
a este zagal subiendo la portilla Bermeja?. Yo tuve la oportunidad de
compartir con ellos la subida a los Altos del Morezón con una mochila que
abultaba más que él y solo puedo decir que todavía no he salido de mi
asombro y admiración.
Bueno, ya me he enrollado suficiente, ahí va la descripción de los dos días: |
Todo
aquel que ha estado en Gredos conoce de sobra el camino que, partiendo de
La Plataforma, permite llegar placenteramente, en poco más de dos horas,
al Circo. Pues bien, este camino, hoy gratuito, (antiguamente había que
pagar tres pesetas para pasar por él) se ha ido transformando en una
"autopista" bien delimitada para evitar la erosión del terreno
producida por los innumerables caminantes que surcan estos bellos lugares. |
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Se
comienza el ascenso y al poco aparecen vistas del Puerto de Candeleda... |
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... y se
llega al Prado de las Pozas, donde puede verse el refugio de Reguero
Llano. |
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A
la izquierda gozamos de Cuento Alto y, más allá, los Altos del Morezón.
Poco después las pequeñas lagunitas que se producen en el río Pozas a
su paso por el prado del mismo nombre. |
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Mientras
contemplo con melancolía el cauce casi seco del río Pozas, veo al fondo
el refugio y, al este, el Risco Pelucas y La Mira con las siluetas de las
agujas que tapan a los Galayos. |
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Al
poco se llega a la Fuente de los Cavadores -15 gotas por minuto-
¡mayúscula expresión del chasco!. A lo mejor pensaba que a finales de
Julio y en pleno calentamiento global iba a encontrar un generoso chorro
con el que remediar el calor y la sed. |
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Sin
refresco en la fuente, pero sin dificultad se llega a los Barrerones o
"Mirador del Coooño", impresionante vista del circo que se presenta ante los ojos del visitante. |
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A
la derecha del circo aparece, desafiante La Galana, objetivo principal de
la excursión tras haberme informado de que es la segunda cumbre de Gredos
(2.564 m.) y que ofrece vistas mejores que el Almanzor, además de
ascensión menos dificultosa. Un escalofrío de emoción me recuerda que
debo seguir camino.
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¿Almanzor
o Galana? El Almanzor se me ha resistido dos veces, la primera por
inclemencias del tiempo y la segunda por mis rodillas y eso fue hace tres
años, tiempo durante el cual no creo que hayan rejuvenecido mis
articulaciones |
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.La
Galana es una desconocida para mi, de la que he leído bastante en los
últimos días. Ya veremos... |
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Un "guardián"
me recuerda el lugar donde estoy y pocos pasos después se abre la vista
del circo con su preciosa laguna glaciar.
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Más cerca
se puede gozar de una imagen fabulosa de la laguna y en su extremo
sur-oeste el refugio Elola.
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El refugio Elola es
una construcción de dos plantas donde pueden alojarse (aunque no cómodamente)
sesenta y cinco almas en literas con colchones.
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Se puede
comer (y muy bien) caliente y dispone de "lujos" como duchas, retrete,
cerveza y, sobre todo, unos chavales que lo mantienen y acogen al
caminante de la mejor forma posible, con la mínima ayuda de la Comunidad
de Castilla y León, actual propietaria. Puedo dar fe de haber comido las
segundas mejores albóndigas de mi vida (las mejores las hace mi
mujer). Después de formalizar mi
llegada al refugio e informarme de la ruta de ascenso a La Galana, dejo
parte de mi carga en la taquilla que se me asigna y parto emocionado a
intentar la cumbre. |
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Según me informan
debo subir hacia la Portilla Bermeja y al poco veré un desvío a la
derecha, que debo tomar en dirección a la Galana. La laguna comienza a
quedarse abajo y asciendo por un sendero marcado por miles de hitos.
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Cuando llego al
desvío me pregunto ¿porqué no intentarlo? a lo peor no hay otra
oportunidad y sin pensarlo tres veces sigo recto por la pedrera de la
Portilla Bermeja siguiendo a una familia que me lleva unos minutos de
ventaja. Como llevo una chuleta con las ascensiones de Galana y Almanzor,
leo lo relacionado con la segunda y veo que debo tirar por la Portilla del
Crampón. Sinceramente no tengo ni idea de donde empieza y veo a la
familia seguir recto pero hago caso a la intuición y me meto por otra
pedrera peor y más empinada que aparece a la derecha.
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Al rato me cruzo
con un afortunado que desciende, informándome de que voy correctamente,
rodeo el picacho que se ve de frente, trepando más
que caminando y llego a una parte muy erosionada donde, en vez de
pedruscos, hay tierra escurridiza que supero sin problemas. |
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Ciertamente no
puede decirse que hasta este momento haya sido una ascensión bonita pues
a parte de la emoción de estar donde estoy, no hay vistas espectaculares,
excepto si se mira hacia abajo. El resto, pedruscos y más pedruscos; por
delante el Almanzor pero, sin referencias de personas, no consigo hacerme
idea del tamaño
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Finalmente llego a
la Portilla del Crampón y el tema cambia bastante en cuanto a vistas pues el espaldar
es grandioso y muy aéreo. Con alegría reconozco a la familia que iba
delante mío por la Bermeja, a la que he adelantado pues, al parecer, mi
camino era más duro pero también más corto. |
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Rodeamos el
peñasco de la cumbre hacia el Oeste hasta llegar a una pequeña canal
donde debo elegir la cumbre a ascender:
La real, donde se
encuentra el vértice y la cruz o la otra, de donde descienden unos siete
mil chavalotes. No hay duda, tiro a la derecha trepando un poquitín y en
un pis-pas... Cumbre.
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En la cumbre vuelvo
a coincidir con la familia. Intercambiamos fotografías y les refiero mi
deseo de comer allí, pero después de mirar dos veces el patio que me
rodea y pensar otras dos en el destrepe que me resta, las manos me
empiezan a sudar y siento escalofríos por lo que humilde y cobardemente
solicito unirme momentáneamente a ellos. Solicitud que es aceptada.
Desde aquí agradezco de nuevo su compañía y amabilidad. |
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El descenso no
tiene nada que destacar, excepto los primeros pasos del destrepe que me acojonan
tremendamente, perdón, que me causan un cierto respeto.
Posteriormente, la bajada por los pedruscos resulta una paliza de padre y
muy señor mío para mis maltrechas rodillas que, dicho sea de paso, se
portaron fenomenalmente hasta la canal de la Bermeja.
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Después,
refrescón sin ilustrar en la Charca Esmeralda, comida a las seis de la
tarde de una lata de paté y descansillo. Regreso al refugio donde
comienza
lo realmente gratificante al conocer a los responsables del mismo y al
resto de huéspedes, que sinceramente me apena no haber tomado nota de sus
nombres y haber efectuado fotos de fin de fiesta: un segoviano ciclista
que se apunta a un bombardeo, tres navarros de Tafalla, sanos como el
pacharán y Juan, un madrileño con su hijo de siete añazos, Carlitos.
Descansamos en la terraza, contamos anécdotas, correrías y mentiras
hasta las ocho y media en que nos avisan para cenar.
Entramos al comedor
con un insinuante olorcillo a pan tostado y nos recibe un plato de
ensaladilla de primera, al que le siguen unas albóndigas caseras
impresionantes con una fuente de ensalada -todo ello a 2.000 m. de
altitud-. No me lo puedo creer. Acostumbrado (hace treinta años) a comer
latas frías de "El Litoral", dormir al cielo raso
apartando de la cara las arañas "pedrizeras" y sin lavarme
durante días. Juventud: divino tesoro, pero benditos lujos.
Haciendo planes
para el día siguiente y viendo el estado de la rodilla, decido no subir a
Galana. Juan y Carlitos me permiten entrometerme en su intimidad
acompañándoles durante su regreso a la Plataforma pasando por el
Morezón. Nos vamos temprano a la cama, con la sana intención de dormir,
pero un servidor se pasa la noche en vela. |
2º Día
A las siete menos cuarto nos levantamos
y tras un rápido y frío desayuno (Nos dejaron una bombona de gas vacía
para calentar la leche) ponemos rumbo a los altos del Morezón.
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Adiós Almanzor. |
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Increíble la
fuerza y orgullo de Carlitos, aunque en algún momento le cogimos la mochila no pasaba un par de minutos cuando decía que se la devolviéramos
"porque la necesito". Esto es orgullo y entereza.
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Subimos a los Altos
del Morezón, almuerzo en los Manantiales de las Pozas y paseo exquisito hasta las ruinas del Refugio
del Rey donde emprendemos camino de descenso hacia el Prado de las Pozas y
la Plataforma. |
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Como fin de fiesta
nos dimos un homenaje gastronómico de primera categoría en el
restaurante "La Mira de Gredos" (Juan me permitió saborear dos
centímetros cúbicos de vino) y vuelta a Madrid.
En resumen, lo
mejor del viaje: Carlitos, Juan, las albóndigas y una nueva experiencia. Lo peor: el no
dormir a pesar del colchón y resto de comodidades. |